NOTAS DE UN CUADERNO DE EJERCICIOS (1967), de Paul Auster

I
El mundo está en mi cabeza. Mi cuerpo está en el mundo.
II
El mundo es mi idea. Soy el mundo. El mundo es tu idea. Eres el mundo. Mi mundo y tu mundo no son el mismo.
III
No hay ningún mundo excepto el mundo humano. (Por humano me refiero a todo lo que puede ser visto, sentido, oído, pensado e imaginado.)
IV
El mundo no tiene existencia objetiva. Existe sólo en la medida en que somos capaces de percibirlo. Y nuestras percepciones son limitadas necesariamente. Lo que significa que el mundo tiene un límite, que se detiene en alguna parte. Pero dónde se detiene para mí no es necesariamente dónde se detiene para ti.
V
Ninguna teoría del arte (si es posible) puede ser separada de una teoría de la percepción humana.
VI
Pero no sólo nuestras percepciones son limitadas, el lenguaje (nuestro medio para expresar estas percepciones) también es limitado.
VII
El lenguaje no es experiencia. Es un medio para organizar la experiencia.
VIII
¿Cuál es, entonces, la experiencia del lenguaje? Nos da el mundo y nos lo arrebata. En un mismo aliento.
IX
La caída del hombre no es una cuestión de pecado, de transgresión, ni de infamia moral. Es una cuestión del lenguaje conquistando la experiencia: la caída del mundo en la palabra, la experiencia que desciende del ojo a la boca. Una distancia de aproximadamente tres pulgadas.
X
El ojo mira el mundo en flujo. La palabra es una tentativa de detener el flujo, de estabilizarlo. Y, sin embargo, persistimos en el intento de traducir la experiencia en lenguaje. De ahí la poesía, de ahí las expresiones de la vida cotidiana. Ésta es la fe que previene la desesperación universal —y también la produce.
XI
El arte es el espejo del ingenio del hombre (Marlowe). El reflejo es acertado —y quebradizo—. Destroza el espejo y reorganiza los pedazos. El resultado será todavía un reflejo de algo. Cualquier combinación es posible, cualquier número de pedazos puede quedar fuera. El único requisito es que por lo menos un fragmento permanezca. En Hamlet, sostener el espejo ante la naturaleza equivale a lo mismo que la formulación de Marlowe —una vez que los argumentos previos han sido entendidos—. Pues todas las cosas en la naturaleza son humanas, aun cuando la naturaleza misma no lo sea. (No podríamos existir si el mundo no fuese nuestra idea.) Es decir, sin importar las circunstancias (antiguas o modernas, clásicas o románticas), el arte es un producto de la mente humana. (Lo humano imitado.)
XII
La fe en la palabra es lo que yo llamo clásico. La duda en la palabra es lo que yo llamo romántico. El clasicista cree en el futuro. El romántico sabe que será decepcionado, que sus deseos nunca serán cumplidos. Pues él cree que el mundo es inefable, fuera del alcance de las palabras.
XIII
Sentirse alienado del lenguaje es perder tu propio cuerpo. Cuando las palabras te fallan, te disuelves en una imagen de la nada. Desapareces. ~


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