El único y su propiedad

Max nació en 1806. Me lo imagino harto, enfadado, hastiado de las abstracciones y defendiendo tercamente su individualidad. Frente al espíritu absoluto hegeliano, Max prefiere la realidad concreta de su conciencia individual. Muchos lo acusan de egoísta. Entre otros, aquellos que se consideran altruistas porque siguen los dogmas de una religión revelada por otros hombres, no por los dioses. También están los que hacen el bien porque así se sienten mejor. Pero ¿no es esto también un razonamiento puramente egoísta? Desde luego, hay entes reales o imaginados que no tienen conciencia, que no sufren, que no disfrutan, que no sienten. No me ofrezcan abstracciones, piensa, en forma de humanidad, estado, nación o raza. No permitiré que mi conciencia se haga esclava de los dioses, estados o de esas abstracciones inconscientes. Lo colectivo no existe para sí mismo; solo existe para las individualidades que lo componen.
     Max no ofrece ideas sublimes ni un sistema filosófico consolidado, escribe de lo único que tiene, de la conciencia de ser únicos, y también de la compasión. A pesar de ser un excéntrico con pretensiones provocadoras, fue libre e incorrecto y dejó muchas verdades escritas en El único y su propiedad.


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