Al borde de la Feria

Rodeado de mediocridad, de personajes cuyo único mérito consiste en salir en televisión, donde hieden los libros lamentables escritos por plataformas anuncio, el novelista me confiesa que la mejor forma de situarse al borde de uno mismo es releerse, cuando el arrepentimiento se convierte en congoja, cuando surge el deseo de reescribir, tachar, tirar, destrozar, desistir.
   No sé si conviene releerse, balbucea, hay mucha tentación de borrarlo todo y no empezar nunca más.
   Su laboratorio de escritura, creo, ha dejado de ser un lugar de experimentación, frustrado por no haber podido levantar la nueva factoría de churros grasientos que tanto añora.


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