Victoria entre alambradas




Solo quien ha sabido convertir su fracaso en un suave paseo a la luz de la duda puede cantar victoria entre las alambradas que le siguen brotando por ir contra corriente, escribe María Sanz. La incierta historia de cada conciencia que, con el devenir, se hace añicos en una conjunción temporal de malentendidos que alertan de una injusticia latente. No se puede destruir lo que no se ha conseguido. Hay quien cree más en su fracaso que en su propia realidad. Parece razonable, y por tanto discutible, pensar que quien no tiene certezas acerca del sentido de la vida está libre de derrotas, siempre que no intente imitar a aquellas almas que, agrupadas, mugen en la lejanía a propósito del bien y del mal. Antonio Porchia se dejaría llevar: “El hombre no va a ninguna parte. Todo viene al hombre, como el mañana”.



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