La posverdad (y III)

Vuelvo a refugiarme en la contemplación de la sofistica de la antigua Grecia. Siempre es bueno acercarse a estos pensadores que aumentan mi confusión. Personajes como Licofrón, Hipias, Jeníades o Pródico que enseñan retórica y su utilización para conseguir el éxito a cualquier coste, abusando del sofisma, la falacia, el engaño, la sabiduría aparente. Personajes peligrosos, embaucadores, con mucha habilidad, sin escrúpulos, indiferentes a la verdad —o a la posverdad—.

Quizás por eso sus escritos no han llegado hasta nosotros, salvo un puñado de fragmentos y testimonios. Muchos de ellos gracias a la labor crítica de Platón quien los veía como rivales seductores duros y peligrosos, como los publicistas de hoy.

Como decía Jenófanes, ningún hombre tiene acceso a la Verdad, solo a la verdad. La eterna lucha entre la incognoscible Verdad frente a la verdad pragmática que da como fruto un relativismo, ya vislumbrado por Heráclito, donde el sujeto es juez y parte, como su contrario.

Sin embargo, nos molesta más el nihilismo ético que el ontológico. Nos molesta que la moralidad sea tan solo una ilusión. Los actos inmorales duelen.

El mejor fue Protágoras, sin duda, un convencionalista. Sus ideas nos han llegado a través de Diógenes Laercio, Filostrato y Platón. Parece ser que tuvo relación con Pericles y Aspasia. Asombra verle discutir admirablemente con Sócrates en el diálogo homónimo de Platón. Se observa la desnaturalización de la moral, donde nomos es más importante que physis. La educación es el factor clave de la moralización, y es entonces cuando ya actúa como naturaleza. Lo relativo frente a lo absoluto; la mayoría frente al experto; el Hombre es la medida; la mayoría es la medida; la plebe es la medida. Fue el primero en cobrar emolumentos por sus enseñanzas. Se hizo rico, pero al final parece que fue desterrado y sus libros quemados. Sobre los dioses no se pronunciaba, dado su temple agnóstico.

Gorgias fue otro de los grandes. Se cree que vivió más de cien años. Un gran orador al que Platón le dedica otro diálogo con su mismo nombre. La inteligencia cambia rápidamente de creencias. Nada existe: o es inaprensible o no se puede comunicar o explicar.

Trasímaco aparece en en la República. Especifica que la moral es una convención no de todos, sino de una parte sobre los demás. Lo justo es lo conveniente para el Gobierno. La realidad del poder. Es más fácil preguntar que contestar.

Con Antifonte asistimos a la primera formulación del concepto de Ley natural y del nietzschano derecho del más fuerte, donde la ley es el instrumento de los numerosos débiles contra la minoría de los fuertes.

Y no puedo olvidar a Critias, familiar y discípulo descarriado de Sócrates, el prototipo de hombre ambicioso y cruel. Fue uno de los treinta tiranos que gobernaron después de la Guerra del Peloponeso. Me recuerda a alguien.


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