De Lao

Ayer, mientras me bebía un té después de la cena, estuve charlando con Lao, bien embutido en mi saco pues la temperatura rondaba los dos grados fuera de la cabaña. Dentro, gracias a la pequeña chimenea, había unos quince grados.

Lao ha vislumbrado el límite, el abismo y la caída, y quiere volver atrás, a la inconsciencia de los sencillos que luego plagió el cristianismo. Le digo esto mientras pienso que todo fue intuido y medio explicado por estos dos talentos, Lao y Platón, y la filosofía posterior solo son plagios y tautologías sobre lo mismo. Del cristianismo, por ejemplo, solo me interesa lo platónico que aún subsiste en él.

—Retornar al principio —me dijo.

—Platón decidió auparse en la razón y en la anamnesis para subir y retornar al cielo.

Lao hizo un gesto de desaprobación. Creo que considera que Platón optó por una huida hacia adelante y, por tanto, no parece simpatizar mucho con él, como tampoco debe de sentir simpatía por Confucio.

—Creo que la oscuridad de sus escritos —continué— es un arma propicia para la sugestión y la hermenéutica. Cualquiera puede interpretar sus textos a su gusto. Jamás quedará nadie descontento. Los sentidos y la inteligencia rompen la unidad primordial, pero...

—Conocer es no conocer. Solo si dejas de pensar...

—¡Pero dejar de pensar no es algo espontáneo ni natural! ¿Prefiere, acaso, lo intuitivo?

—Así es, aunque parezca oscuro... No se puede describir. ¿Quién conoce la razón? Lo único que sé es que hay una cosa confusamente formada. De nada depende y su esencia desconozco.

—¿Por qué aconseja vivir ignorado?

—Para poder convertirte en tu propio refugio. ¿Hay otra forma de hacerte norma del mundo?

Pensé en Kant, en su imperativo categórico, y también en Protágoras, pero, si soy norma del mundo, yo soy la medida de todo.

—El símbolo del agua —proseguí— es perfecto. Sin embargo, la moda del esfuerzo solo nos recomienda lucha, resistencia, enfrentarse a la realidad en vez de adaptarse a ella. La pasividad es vista como enfermedad e inadaptación. ¿Están locos?

—Yo recomiendo no luchar, ni resistirse, solo disminuir deseos y reflexión. Creo que una gran ambición conduce a la ruina. Por eso hay que menguar. No aconsejo enredarse con sistemáticas metafísicas absurdas, prefiero lo intuitivo. Llano es el gran camino, más las gentes gustan de tortuosos senderos. La gran perfección es lo imperfecto. La gran plenitud parece vacía.

—Los hombres activos son esclavos de los contemplativos que son los que interpretan el mundo.

—Si la acción es esforzada, es consciente; si la acción es natural y espontánea, es inconsciente, ideal en su pasividad.

—Un amigo dice que es usted un liberal.

—No lo sé, solo digo que hay que gobernar sin gobernar.

—Ahora lo 'democrático', gracias a la demagogia que impera en cualquier discurso político, se ha convertido en sinónimo de 'lo bueno'. ¿Cómo lo ve?

—Solo le diré una cosa: los instrumentos eficaces del Estado no pueden mostrarse a los hombres.

Y con esta sentencia maquiavélica, cerré el libro, apagué la luz y me dormí.





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